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#Reflexiones Hay que pensar, hay que usar la razón y hay que volver a construir las bases de un futuro mejor. Si pensamos hay futuro.

Hay cuestiones difíciles de comprender. Necesidades que las personas tienen y son inexplicables. Actitudes insostenibles. Pensamientos sin argumentos. Pronunciaciones cargadas de falacias. Violencias de la espontaneidad. Estupideces de la irracionalidad.

En ese combo mix que nos hace humanos y -sobretodo- argentinos surgen debates alejados de la realidad. Alejados de las necesidades reales que son las soluciones a un problema.

Para ello, es necesario que volvamos a debatir. Hay que volver a entender que la política no es «yo tengo razón y vos estas equivocado», hay que soñar con un lugar más próspero. Hay que dejar de lado las diferencias inexplicables del oportunismo de los profetas del odioR646" crossorigin="anonymous">67172262249646" crossorigin="anonymous">30; y despertar antes que sea tarde.

Si vamos a debatir el préstamo del FMI que sea en el Senado, que sea con argumentos. Cuando debatamos la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo que sea con argumentos, con conocimientos sobre lo que se plantea, con racionalidad.

Cuando pensemos distinto,primero hay que pensar. El que piensa no necesita agredir puesto que en los argumentos reside el sustento de una idea expresada.

La agresión solo puede tener tres vertientes: la de los oportunistas históricos a los que Jauretche denominaba como Profetas del Odio; la de la soberbia de quienes han caído en ese juego de los profetas y disputan un simple y nefasto camino: el de tener la razón de manera narcisista por el simple hecho de tenerla.

Y por último, y el más peligroso, el de la ignorancia. El de repetir como loro. El de no pensar.

Y entre esas tres vertientes venimos remando últimamente. Porque no importó la represión en el Sur sino «quien tenía razón». No importó la represión a los jubilados sino «las acciones de una persona, la del gordo mortero».

No importó la corrupción, sino que una era supuestamente ilegal y la otra era supuestamente legal. Sabemos que no importaron los antecedentes, sino la fe en algo irracional que se sabía no podía cumplirse. No se puede estar de los dos lados del mostrador.

Cuando logremos racionalizar, hasta el más resentido, comprenderá que lo que está en juego no es la razón narcisista de un ebrio de bar, sino el futuro de nuestra nación.

Uno que, dentro de ese juego discursivo, ese juego de irracionalidad, aprovechó para cuestionar los fundamentos de la independencia.
Generó empresitos que nos embargan el futuro por 100 años, desmanteló el ya precario desarrollo industrial, se enriqueció en el silencio de los que conocían el juego de la irracionalidad. Uno que cuestionó la salud y la educación publica. Que quiso eliminar a los próceres y las fiestas patria. Tapó la memoria con la misma mano oscura del pasado. Que despertó antiguos prejuicios. Acepto la persecución política de manera indiscriminada. Que nos volvió ilógicos, irracionales, carentes de argumentos.

Hay futuro si pensamos, si dejamos de pelearnos, si lo construimos

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Hay que dejar de pelearnos. Construir un país, de nuevo.
El problema no está en pensar distinto, sino en no verlo lo que pasa por no pensar.

Usted puede estar o no de acuerdo conmigo, con mis palabras, pero no puede odiarme por ello.

Tenemos que recuperar la racionalidad histórica. Hay que pensar. Hay que construir un futuro mejor y dejar de la ese eterno cambio de futuro por pasado.

Las condiciones están, hay que querer hacerlo. Hay futuro pero solo si pensamos como sociedad.

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