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646" crossorigin="anonymous">67172262249646" crossorigin="anonymous">4 class="wp-block-heading">Hace un poco menos de un año atrás, en el cumpleaños de una tía, mi tío Lito (una eminencia en la química y a quien respeto mucho) me dijo sonriente: – Parece que van a tener que aguantar 4 años más, ya es un hecho. Mauricio se queda. Sin embargo, el grito de Ferro lo cambió todo.

Lo más contradictorio de aquel momento es que ese tio tiene mas de peronista que de macrista, sin embargo aseguraba algo que much@s argentin@s veian como algo seguro: Mauricio se queda hasta 2023. Fuerte en mi convicción, hice silencio durante unos segundos y le respondí: – No creo que sea asi, todavia no canten victoria. Las convicciones son como el ave fenix, renancen desde las cenizas.

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Era un momento donde intervenían el PJ, detenían opositores de manera deliberada, mientras volvíamos al Fondo. Al de la miseria y el de la perdida de soberanía establecida por las recetas del FMI. Pero también era un tiempo donde un gobernador, prácticamente en un sueño utópico, convocaba a los jóvenes en el estadio de Ferro en Buenos Aires.

Ese gobernador, ese hombre -que hablaba desde una especie de cuadrilatero que representaba la pelea que habia que dar- era Alberto Rodríguez Saá. Si, el gobernador de San Luis.

Ese hombre hablaba de la necesidad de unificar las fuerzas bajo un eslogan contundente: «el límite es Macri»; bajo un sueño esperanzador: «Hay 2019» y un grito con historia «¡Y Viva Perón! ¡Carajo!».

Hoy, luego de cuatro años de oscuridad, ese puntapie inicial le devolvió la luz a un modelo de país que realmente piensa en los argentinos, fue el mentor de ponerle el limite a Macri, de que hoy exista ese Hay 2019 y sobretodo, que en las calle se pueda decir lo que uno siente sin miedo a ser perseguido: ¡Viva Perón, Carajo!.

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En la foto, ese abrazo simboliza la Unión que viene. La que necesitamos como argentinos pero tambien como puntanos. Una cofraternidad que nos invita anpensar distintos pero volver a sentarnos en la misma mesa y poder dialogar. Una mesa donde comer sea el punto de inicio de cualquier diferencia y que la Justicia Social sea una bandera indiscutible. La historia recordara este abrazo, pero también aquel grito revolucionario en Ferro donde lo imposible se hizo realidad.

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