Alberto Fernández

#Reflexiones Como la labor periodística y comunicacional profunda lo indica, me tomé el trabajo de escuchar el discurso de Alberto Fernández en la inauguración 138° de las Sesiones Ordinarias del Congreso de la Nación.

Completa significa escuchar sin juzgar desde el inicio al final para luego sacar conclusiones. Algo que hago cada año. Lo hice durante los cuatro año a de gobierno de Néstor Kirchner, también durante los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner; y – por supuesto-durante los cuatro años de Mauricio Macri. Antes no porque era muy chico, pero sin embargo algunas «pispeadas» pegaba cuando mi viejo las miraba. Como las de Menem (tenía 8) y la de De la Rúa (tenía 15).

Escuchar de manera completa significa analizar quien está detrás de un discurso. Es comprender la elección de los temas, las palabras más allá de las ideas que uno tiene, de las convicciones propias.

Es escuchar y buscar el buen sentido del mismo. Su finalidad. ¿Y sabe en qué frase sintetizó el discurso del actual presidente? «Volvió la política a la Argentina».

¿Por qué digo esto? Porque -como se venía extrañando- volvimos a tener un presidente.

¿Cómo? Si, volvimos a tener un presidente.

Una persona que -primero sabe leer- aún cometiendo errores; y segundo nos muestra su plan de gobierno racional.

Puede que este en lo cierto o en lo equivocado, pero es un plan plasmable en la realidad. Un mapa. Algo que Mauricio Macri no hizo. Sus discursos hablaban de eternas metáforas que me recordaban más a Bucay que a la insignia patria presidencial.

¡Ojo! No es que Bucay este mal, pero él escribe libros de autoayuda (seguro muy buenos para muchos) pero no puede ser presidente.

Nuevamente preguntará: ¿por qué? Porque la política y el Estado no se tratan de ayudarme a mi mismo, sino de pensar y en actuar en base al nosotros. De ayudar a la máxima cantidad de personas posibles.

Por eso, siento que volvió la política. Porque el discurso presidencial se basó en un programa que piensa en los otros. Seguro no gustará a todos (esa es la base de la democracia) pero tampoco señaló y atacó a los ciudadanos y ciudadanas ni desplegó prejuicios de clase. Algo que pasó en 2019, en un de los discursos presidenciales más vacíos y nefastos de la historia democrática argentina.

Y aclaró algo, no se trata de Macri como persona sino el «plan político» que presentó y -principalmente- lo que representó en la realidad.

El que el mismo argumentaba como ser apolítico. Es decir, personalista, meritocratico y ajeno a las necesidades de las mayorías. ¿Cómo puede llamarse presidente a la persona que nos representa políticamente si es apolítico?

Por eso, al escuchar al presidente sostener frases como «no somos un gobierno de CEO’S sino de cientificos» sentía la profunda e humilde alegría de saber que volvimos a tener un presidente. Y repito, puede o no gustarle. Eso está bien. Es sano. Es democrático. Pero es un presidente.

Uno que salió al mundo a negociar, no a arrodillarse para exportar 4 palets de dulce de leche a Japón o algunas toneladas de limón a Estados Unidos.

No, es un hombre que fue al mundo a plantear la necesidad orgánica de comprender la insustentabilidad de la deuda externa y los plazos neocoloniales de pago que se establecieron.

La necesidad de incorporarnos al mundo, pero también de que nos respeten como país soberano que somos desde el 9 de julio de 1816.

Ya decía un viejo refrán: 《es mejor morir de pie que vivir de rodillas》 y la política de un Estado debe ponderar por ello, no pedirle disculpas al Rey de España -en la fiesta del Bicentenario- por habernos independizado.

La grieta es eso. Es hacernos perder respeto por nosotr@s mism@s, nuestros valores y convicciones. Es volver a ese sótano oscuro de perseguir al que piensa distinto. Perder la dignidad. Es despertar el odio para que evitemos hablar de nuestros problemas en lugar de buscar soluciones.

Y un presidente, es aquel que usa la política para tender caminos, no para hacernos pelear entre nosotr@s. No es aquel que hace que l@s herman@s se peleen y nos devoren los de afuera.

Un presidente tiende caminos, no grietas. Un presidente tiende oportunidades, no plazas cercadas. Sin lugar a dudas puedo decir que volvió la política a la Argentina

Esa es mi humilde opinión.

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