Patricia Bullrich vino

La falta de proyectos, sin una visión clara de como construir. Un discurso que siempre busca dividir ante la falta de ideas. El odio se vuelve la herramienta perfecta del poder de las minorías.

La radicalización de una parte del discurso opositor se esta volviendo preocupante. Además de promover la violencia como herramienta política, también demuestra el vacío de proyectos y acciones reales por parte de la oposición frente a la realidad. El odio se vuelve la herramienta perfecta del poder de las minorías.

Y no una realidad cualquiera. La incertidumbre generalizada siempre es una oportunidad para modificar las cosas. Más cuando esa incertidumbre es a nivel internacional. Ni hablar si tu país está súper endeudado y las estructuras socavadas.

Frente a esa realidad, se presenta la salida conservadora por la vía ortodoxa. En otras palabras, . Pero más preocupante es la búsqueda

Lo cuál es sumamente preocupante si uno quiere, aprecia o ama este país de alguna manera. También es necesario destacar que no es un hecho inédito, sino que es parte de una estrategia geopolítica a nivel nacional como reacción al colapso de un sistema que ha endeudado al mundo entero en un 500%.

En otras palabras, la deuda mundial es equivalente a 5 veces lo que realmente produce.

Es decir, unos pocos se han enriquecido sin producir nada más que deuda mientras que el 90% vive como puede y el otro 9% trabaja para sostener a ese uno porciento.

En un contexto internacional donde ya son casi tres las generaciones educadas bajo los valores del individualismo, el odio como discurso es una herramienta de manipulación muy eficiente.

¿Por qué? Porque no ofrece soluciones de consenso, de escuchar al otro y aprender a convivir; sino que – Por el contrario- invita a destruir al otro sin otros argumentos más que el odio.

Para quien moviliza ese tipo de acciones, en términos coloquiales. ¿Por qué? Porque no le hace falta presentan proyectos ni acciones. No se le demanda responsabilidad ni mucho menos tomar parte de las decisiones. Simplemente se llama a destruir al que piensa distinto.

En eso vivimos hoy. En nuestro país, se va profundizando. Sin embargo, no somos un caso único. Ni es ninguna novedad. El golpe de Estado en países como Egipto, Bolivia, Myanmar entre otros son casos directos de esos movimientos. También el golpe de Estado en Paraguay en 2012 y el de Brasil en 20167172262249646" crossorigin="anonymous">4. Así como también el surgimiento de retóricas con argumentos televisivos para la tribuna y decisiones políticas que benefician a ese uno por ciento.

Ese tipo de gobiernos los vimos en casi toda Latinoamérica y Centroamérica, así como también en el Estados Unidos de Donald Trump.

El mundo colapsa, el odio como respuesta y el Kraken revive

Como lo sostengo hace muchos años, el capitalismo es un enorme Kraken (un ser mitológico) que impide se lleve adelante el necesario proceso de síntesis (en términos 3%ADada_dial%C3%A9ctica" target="_blank" rel="noreferrer noopener">hegelianos) de la sociedad.

Es decir, evitar que se aprenda de sus errores y se construya un sistema mejor. Más bien, muta sobre si imponiendo nuevas reglas que avalen su necesaria existencia. Y justificando su salida ortodoxa como respuesta a esa realidad.

No hay mejor manera de evitar que eso suceda que utilizando el odio como herramienta de control social. El desvanecimiento

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