Nuestra Argentina transita por un camino donde ha perdido la lógica y la racionalidad. ¿Hay futuro?
Hay que pensar, usar la razón y volver a construir las bases de un futuro mejor. Tenemos cuestiones difíciles de comprender. Necesidades que las personas tienen y son inexplicables.
Actitudes insostenibles. Pensamientos sin argumentos. Pronunciaciones cargadas de falacias. Violencias de la espontaneidad. Estupideces de la irracionalidad.
En ese combo mix que nos hace humanos y -sobretodo- argentinos, surgen debates alejados de la realidad. Alejados de las necesidades reales que son las soluciones a un problema.
Para ello, es necesario que volvamos a debatir. Hay que volver a entender que la política no es «yo tengo razón y vos estas equivocado», hay que soñar con un lugar más próspero.
Hay que dejar de lado las diferencias inexplicables del oportunismo de los profetas del odio… y despertar antes que sea tarde.
Tenemos que pensar, usar la razón y volver a construir las bases de un futuro mejor. Tenemos cuestiones difíciles de comprender. Necesidades que las personas tienen y son inexplicables.
Si vamos a debatir el préstamo del FMI, que sea en el Senado y con argumentos.
Cuando debatamos la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, que sea con argumentos, con conocimientos sobre lo que se plantea, con racionalidad.
En cuanto debatamos i vamos a pensar distinto, primero hay que pensar.
El que piensa no necesita agredir puesto que en los argumentos reside el sustento de una idea expresada.
La agresión solo puede tener tres vertientes: la de los oportunistas históricos, a los que Jauretche denominaba como «Profetas del Odio»; la de la soberbia de quienes han caído en ese juego de los profetas y disputan un simple y nefasto camino: el de tener la razón de manera narcisista por el simple hecho de tenerla.
Y por último, y el más peligroso, el de la ignorancia. El de repetir como loro. El de no pensar.
Y entre esas tres vertientes, venimos remando últimamente. Porque no importó la represión en el Sur sino «quien tenía razón». Tampoco importó la represión a los jubilados sino «las acciones de una persona, la del gordo mortero». Porque no importó la corrupción, sino que unos eran más corruptos que otros.
No importaron los antecedentes, sino la fe en algo irracional que se sabía no podía cumplirse. Una vez, el periodista Rolando Graña dijo en su programa Tercera posición: No se puede estar de los dos lados del mostrador.
Hay que recuperar la racionalidad histórica. Pensar racionalmente. Hay que construir un futuro mejor y dejar de lado esa repetida trampa de cambiar el futuro por pasado.
Cuando logremos racionalizar, hasta el más resentido comprenderá que lo que está en juego no es la razón narcisista de un ebrio de bar, sino el futuro de nuestra nación. Y de varias generaciones.
Uno que, dentro de ese juego discursivo, ese juego de irracionalidad, aprovechó para cuestionar los fundamentos de la independencia.
Generó empresitos que nos embargan el futuro por 100 años, desmanteló el ya precario desarrollo industrial, se enriqueció en el silencio de los que conocían el juego de la irracionalidad. Incluso trajo ideas tan del pasado que parecían de ensueño.
Uno que cuestionó la salud y la educación publica. Que quiso eliminar a los próceres y las fiestas patria. Volvió a colgar cuadros de dictadores en la rosada. Tapó la memoria con la misma mano oscura del pasado. Que despertó antiguos prejuicios. Que acepto la persecución política de manera indiscriminada. Nos volvió ilógicos, irracionales, carentes de argumentos. Que te sumergió en un eterno «vamos bien» mientras la realidad te dice otra cosa.
Debemos recuperar la racionalidad para salir del camino perdido de la Argentina
Hay que dejar de pelearnos. Construir un país, de nuevo. El problema no está en pensar distinto, sino en no ver lo que pasa por no pensar.
Usted puede estar o no de acuerdo con mis palabras,pero no puede odiarme por ello.
Hay que recuperar la racionalidad histórica. Pensar racionalmente. Hay que construir un futuro mejor y dejar de lado esa repetida trampa de cambiar el futuro por pasado.
Las condiciones están, hay que querer buscarlas.
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