Una cosa que llevo a otra, me surgió la duda de saber qué es la «soberbia». Así que me emprendí en una pequeña búsqueda que terminó dejando sobre la mesa dos conceptos tan similares como antagónicos a la hora de su practicidad: la soberbia y el orgullo.
En su definición simple, la soberbia aparece como un «sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos». Sin embargo, en su segundo aseveración ya se transforma en «Rabia o enfado que muestra una persona de manera exagerada ante una contrariedad«.
Esa contrareidad que genera la rabia o el enfado, me obligó a profundizar un poco más para saber que quería decir. Y solo unos minutos encontré un sinónimo que confunde tanto como aclara. El de orgullo.
En una definición simple y adecuada, se sostiene su definición a partir de la contrapartida de otra palabra:
Y puede aplicarse a todos, porque vivimos en un país. Uno donde la concepción de la salud, educación, la cultura, la tecnología, la religión, la democracia e -incluso- la vida cotidiana; se ven definidas desde estas dos perspectivas. Estos dos significados contrapuestos.
Solo observando su valor lingüístico, basta para sabernos como individuos y como sociedad.
Al analizar con simple racionalidad, podemos apreciar que la diferencia fundamental entre «soberbia» y «orgullo» se basa entre la postura del «yo» y el «nosotros».
Entendiendo que somos seres comunicacionales, que no podemos evitar ser parte del país al que pertenecemos. Sus vicios lingüístico también generan grietas. Pero esas grietas pueden sintetizarse y cicatrizar. Por ello, no cabe duda: «La soberbia es el vicio de la ignorancia; el orgullo, la emoción de la humildad».
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