MEDIO AMBIENTE. Investigadores del #CONICET explican qué son estos materiales y cuáles son sus efectos en los seres que habitan los mares.
Botellas, bolsas, films, envases y empaques de plástico desparramados son hoy parte del paisaje de playas, parques y montañas, espacios donde no deberían estar. Es que a pesar de ciertas medidas aisladas, el uso de este material es moneda corriente en la cultura actual que, además promueve lo descartable como valor supremo. “El plástico es muy usado ya que es barato, liviano y fácil de producir. Pero, por otro lado, es muy resistente: una bolsa puede demorar hasta 600 años y una botella 1000 en degradarse”, comenta Ignacio Chiesa, investigador del CONICET en el CADIC.
A esto, añade Analía Fernanda Pérez, investigadora adjunta del CONICET en la Universidad Maimónides, “actualmente, sólo el 9 por ciento del plástico que se produce es reciclado. La ONU ha indicado que de mantenerse esta tendencia y no tomarse medidas al respecto, para el año 2050 existirán cerca de 12 mil millones de toneladas de desechos plásticos repartidos en vertederos y en los océanos, es decir, habrá más plástico que peces en los mares”.
Es especialmente preocupante el ingreso indiscriminado de plásticos al medio marino, se calcula que hasta el 10 por ciento de los producidos terminan en los océanos, donde pueden persistir y acumularse. Por tal motivo, en este Día Mundial de los Océanos la ONU buscó “resaltar el problema de la contaminación por plástico” y asegura que “Actualmente, 13 millones de toneladas de plástico se filtran en el océano cada año, lo que provoca, entre otros daños, la muerte de 100.000 especies marinas”. Ante esta afirmación los investigadores alertan que es muy difícil precisar el número exacto de pérdida de especies pero sí coinciden con la gravedad del diagnóstico.
Además, la contaminación por plástico en los ambientes acuáticos resulta particularmente compleja debido a la forma en que se degradan. Estos residuos plásticos visibles y palpables, que flotan y se sumergen, además de generar problemas evidentes a los animales que los ingieren –como peces, ballenas, tortugas y lobos marinos- o quedan atrapados entre redes o sunchos; se degradan progresivamente y desprenden pequeñas partículas conocidas como microplásticos, que miden menos de 5 milímetros.
“La presencia de pequeños fragmentos plásticos en los océanos se señaló por primera vez en los años setenta. Estos pueden formarse a partir de la descomposición de macroplásticos debido al efecto de la radiación solar, la oxidación –esto es, la interacción con el oxígeno- y las fuerzas mecánicas –como olas, viento y otras-. También pueden ser incorporados directamente en el agua, como es el caso de las fibras sintéticas textiles, productos cosméticos, y el degaste de neumáticos, entre otros”, explica Chiesa.
A pesar de que se conoce la existencia de los microplásticos desde hace varias décadas, fue recién en los últimos diez años que se los comenzó a investigar profundamente. De esta manera se observó que estos contaminantes están presentes en todos los mares del mundo y pueden causar daño a las especies y comunidades que viven en esos ecosistemas.
“Debido a su pequeño tamaño los microplásticos están disponibles y pueden ser consumidos por los organismos en la base de la cadena trófica, es decir los que están al comienzo de la cadena alimenticia”, explica Pérez. “Además, como toda partícula muy pequeña, tienen una gran superficie exterior en relación a su volumen. Eso provoca que los microplásticos puedan concentrar contaminantes un millón de veces más que el agua de mar. También pueden absorber metales pesados y dejar biodisponibles plastificantes y aditivos tóxicos utilizados durante su fabricación. Por lo tanto, la ingesta de estas partículas podría introducir toxinas en la base de la cadena alimentaria y así acumularse en los organismos a lo largo del tiempo -proceso conocido como bioacumulación– y también transferirse a niveles superiores, es decir a sus predadores”, agrega Chiesa.
Si bien en los últimos años la importancia del fenómeno se reflejó en un aumento de las investigaciones y publicaciones dedicadas a estudiar las interacciones entre el conjunto de seres vivos de un ecosistema –biota- y los microplásticos, en nuestro país los registros son aún escasos y se concentran en el estuario del Río de la Plata.
La excepción a la regla.
Un grupo integrado por Ignacio Chiesa y Analía Pérez –entre otros- realiza una investigación que tiene como objetivo monitorear la presencia de microplásticos en Tierra del Fuego. La idea es identificar una o más especies indicadoras que faciliten el biomonitoreo del contaminante a lo largo del tiempo y en diferentes áreas. “Nuestros resultados preliminares indican la presencia de microplásticos en invertebrados marinos como la lapa (Nacella magallánica) y el mejillón(Mytilus edulis chilensis), del Canal Beagle, y en el pez puyén (Galaxias maculatus) de Arroyo Negro, Parque Nacional Tierra del Fuego”, cuenta Pérez.2019
Por Mariela López Cordero – CADIC. CONICET.
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