El tiempo que vivimos es increíble. La fundamentalización de las ideas nos lleva a la muerte de la racionalidad y la puesta en práctica de un «Periodismo de guerra». Pero, ¿Cómo llegamos a esto?
Desde 2007 hasta 2011, fui periodista deportivo. Cubría encuentros deportivos, creábamos programas de radio y escribía para dos diarios del interior de Córdoba. Incluso hasta llegue a ser comentarista del Nacional B (una vez en un partido de Instituto y Juventud Unida Universitario, mi club puntano). Siempre llevando info para aquel lado.
En ese trayecto, para aprender, miraba a mis colegas. Aprendía de las experiencias gráficas, radiales y audiovisuales. Los modos en que se comunicaba la información.
Con el paso del tiempo fui descubriendo algo: el análisis deportivo tenia cada vez menos importancia. Lo importante era que se desatara una tormenta. Comenzaba a perderse el deporte y triunfaba el discurso de los programas televisivos de la siesta. Ese que tiene un lenguaje ameno, pero también carente de argumentos. Ese que sus temas son bien personales, individuales. Disputas para mantener el raiting.
Incluso a Maradona se le salió la cadena -una vez- con un periodista de esta calaña. Algo que el Diego suele hacer ,pero esa vez tenía razón. Después los controvertidos dichos (LTA), dijo: -Esta bien que critiquen pero no con tanta mala leche.
Un día prendo la televisión y veo a un hombre que parece conducir un reality show hablando del destino del país. De candidatos e ideas. Todo en un round contínuo donde no importa que triunfe la verdad, ni las convicciones sino que exista «tensión en el estudio». La idea era que nadie escuchara a nadie…y el que gritaba más fuerte era el que se escuchaba. No importaban los argumentos, sino que gritara. Muchos invitados terminaron evitándolo. Incluso perdió raiting, pero el daño ya estaba hecho. Lo que buscaba su esencia ya estaba logrado: la fractura social. Y este es tan solo un ejemplo de una cantidad enorme de programas que hacían lo mismo.
Recuerdo escuchar Radio Mitre a las 6 am cuando trabajaba en CVA Medios porque era la que supuestamente «tenía toda la información al momento» según quien era mi supervisor en aquel momento. Pero lo cierto es que desde las 6 hasta las 9am, era una versión del programa televisivo pero adaptado a la radio y con mucha más violencia. Al punto tal, que recuerdo que -empece a escuchar a Pettinatto- aún cuando no me servía para mi trabajo. Me complicó la labor, pero curaba el alma.
Y ahí estaba el cuit de la cuestión. Y digo «cuit» porque parecía programado como el número de una empresa. Había que instalar un modo de comunicarse entre los argentinos. Uno donde haya una disputa constante (más de la que ya tenemos por el simple hecho de habitar este país).
Una discusión que no permita soluciones, sino que despierte enojo, irá y -sobretodo- odio. Todos esos sentimiento bien humanos que son incontenibles. Una especie de edad media televisada, donde incluso la evangelización se mostraba como en las cruzadas. Y no fue sólo ahí.
El principal canal de noticias cambio los colores de su formato de manera indiscriminada de un día para el otro, y se dedicó a informar de esa manera. La mentira se transformó en un efecto secundario de lo importante: el impacto y la gestación de ideas. Ideas carentes de racionalidad. Puro sentimentalismo orientado a la negatividad disfrazada de una falsa alegría. Vestida como el cumpleaños de un niño, pero gestando.
El periodismo de guerra no solo acabará con la profesión sino que dará lugar a los discursos de odio.
Cuando el Bar tomó los medios de Comunicación
Como verá hasta acá, no he dicho ni un solo nombre, pero le aseguro que ya sabe bien de quienes hablo. Un día mi hermano me dice: -¿Qué? ¿No te enteraste? ¡Lo dieron en ese programa!. Esos mismos periodistas, después empezaron a analizar otros sectores y ahí descubrí la verdad: el periodismo deportivo y de chimentos estaban analizando la política y economía del país como si estuviésemos en un bar.
En el bar, los sentimientos y la falta de argumentos son los que le dan la chispa del momento; pero -en un medio de comunicación masiva- se transforma en una herramienta de manipulación social. Sobretodo de destrucción del sentido común.
Así, un día lo vi en la calle. Era el reflejo de lo que los medios nos vendían. Y para peor, ellos decían que son un reflejo de la gente…cuando, en cualquier manual de medios, uno descubre que son formadores de opinión.
Cuando cruzas la línea de los Fake news…
Algo que -como comunicador social- entiendo. Por eso, en este espacio, este medio, encontrará opiniones que no le agraden pero nunca una fake news o noticia falsa. Porque una vez que se cruza esa línea, se destruye la profesión. Y una profesión con semejante responsabilidad puede ser la causa de la destrucción de la cohesión social.
Hay nombres y apellidos. Es gente bien concreta. Personas de carne y hueso que han organizado de manera sistemática en un mecanismo de ruptura social.
Uno donde todas las discusiones se basan en encontrar culpables, en lugar de soluciones. Quizás por eso, la economía está como está. O la salud, la educación. O la industria, cualquier aspecto social. La ruptura social lleva a que no se pueda encontrar soluciones, sino profundizar los problemas. Más si hay una acción deliberada para generarlo. Es decir, la idea es generar problema para evitar hablar de lo que realmente deberíamos estar hablando.
Tendremos que reflexionar y consensuar. Pero sobretodo rever la responsabilidad del cuarto poder y sus formadores de opinión. Deberemos dejar de lado el narcisismo, aceptar y comprender que hemos sido manipulados; pero -sobretodo- deberemos reestructurar la forma en que los medios nos informan. Caso contrario, el periodismo de guerra no solo acabará con la profesión sino que dará lugar a los discursos de odio.
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