Son los hijos de una generación. Una que no representa lo que vivimos en el tiempo de hoy. Con un discurso anticuado, fuera de tiempo y de lugar; queriendo reescribir una historia que sus abuelos y padres mancharon con sangre, queriendo borrar con el codo lo que escribieron con la mano.
Hoy son gobierno. Son empresarios. Son ciudadanos, caminando la nación . Tienen entre 40 y 65. Son los hijos del Bombardeo a Plaza de mayo, del rodrigazo, del cordobazo, de la segunda década infame, de la esperanza de Illia y la desazón de la violencia. Hijos de Ongania, Levingston, Videla, Massera y Viola. Son nietos de Lonardi, Aramburu. Son sobrinos de Galimberti, Bullrich y Firmenich. Ajenos al tiempo que corre hoy.
Son los hijos del «no te metas», «del algo habrán hecho», del silencio por miedo y por complicidad, del dinero manchado de sangre.
Hijos de un mundo bipolar que se basaba en la construcción de una verdad absoluta con dos caras: «los buenos» y «los malos». Un mundo divido en dos, con sólo dos posibilidades. Un mundo basado en el odio: el anticomunismo y el anticapitalismo.
Son los hijos del Bombardeo a Plaza de mayo,
Hijos de Ongania, Levingston, Videla, Massera y Viola.
Nietos de Lonardi, Aramburu.
Sobrinos de Galimberti, Bullrich y Firmenich.
Son una generación que no puede entender este nuevo país, esta nueva generación, puesto que no nacieron ni se criaron en democracia, por lo que su pensamiento: no lo es.
La degradación, la soberbia, la prepotencia y el ninguneo son parte de ese cóctel que inundó sus inocentes juventudes. La violencia es el mecanismo básico de socialización. El más usado, el más nefasto.
Son los hijos de una generación criada y educada de esa manera. Representan lo que piensa y siente su generación. No todos son así.. eso sería un grave error. Si no fuese por las excepciones, la democracia no existiría. Pero no se trata de «individuos» sino de «personas». Ellos no eligieron ese mundo, simplemente nacieron en él.
El Estado degradando a la familia de un desaparecido, el Estado proclamando el 2×1, el Estado hablando de «Ángeles y demonios»…el Estado acusando de «terrorista»… ese no es un discurso de mi generación. Es el de los hijos de…y ellos son eso.
Ese no es el discurso de mi generación. Los que nacimos y crecimos en democracia. Somos los que entendemos que un «desaparecido» es algo grave y no hay nada que lo justifique. Los que comprendemos que el Estado debe servir al pueblo y no el pueblo a este. Los que creemos que este país puede ser mejor, los que no metemos a todos en la misma bolsa, la generación que tiene esperanzas.
Hoy vivimos un tiempo crítico. Puesto que le toca gobernar a una generación que no logra comprender a quienes gobierna. Una generación educada por las dictaduras debe liderar y guiar a generaciones educadas por la democracia.