#Reflexiones Hemos perdido la soberanía tanto política como económica, cultural e -incluso- educativa. Los dueños de la grieta y el sendero para evitar la reflexión.
Desde el día en que este modelo económico decidió retomar el camino del endeudamiento con el FMI, una entidad reconocida históricamente por sus tasas usureras para determinar el sendero que debe transitar un país, Argentina dejo de debatir los errores del Kirchenerismo (que los tuvo y reconocerlo es sano para la democracia), para transformarse nuevamente en un país emergente como les gusta llamarlo ahora.
Pero en castellano, en el idioma de la calle, eso significa que volvimos a ser una colonia. Un país que no toma sus decisiones en la Casa Rosada, ahora se toman en un distrito municipal de New York y en la Casa Blanca, así como también en Wall Street.
Lo más fuerte de todo este camino, de todo lo que sucede, es que no solo hubo indicios de que esto sucedería, sino que fueron explícitos. Desde la visita de Barack Obama un 24 de marzo de 2016, hasta la invitación del Rey de España al Bicentenario como único invitado, este modelo de país, dejo en evidencia que eso era lo que buscaba.
Ahora, ya no podemos debatir más si el kirchenerismo es bueno o no. Si el peronismo tenia sus equívocos o no, si la intervención del Estado servia o no. Todos esos debates tristemente pasaron a ser secundarios.
Hoy nos debatimos cómo vamos a comer, cómo vamos hacer para que el dolar no se vaya a 50 cuando Wall Street vuelva a operar. Hemos caído en la trampa, otra vez.
Y de esa trampa, se sale con un proceso institucional. Por ello, es necesario que este gobierno -que quedará en los anaqueles más oscuros de nuestra historia- termine su mandato. Lo haga de manera constitucional o en su defecto mediante un llamado a referéndum revocatorio, asamblea legislativa o como quiera llamarle. Pero siempre mediante un proceso democrático.
Porque ante tanta incertidumbre, ante tanta entrega, hay que ser conscientes que la democracia es más importante que un nombre. Que Macri.
Este proceso deja en evidencia que la verdadera grieta en la Argentina de este siglo XXI, no es ideológica, sino cultural y social. Porque no comprender que la historia se repite, significa que -como ciudadanos- no hemos comprendido que país tenemos y la capacidad del mismo.
Hemos caído ante un trabajo minucioso que nos engaño de manera tan profunda que hoy discutimos cuestiones que hasta en tiempos de Hipólito Yrigoyen parecían antiguas. Hoy vivimos una Argentina ajena a su tiempo donde los dueños de la grieta histórica gobiernan.
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