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Un par de sucesos acontecidos en los últimos meses dan lugar a que, en el futuro que viene, Argentina pueda estar presente en la mesa chica del mundo. ¿Por qué?

Hace un tiempo hablando con mi padre debatíamos sobre el porvenir del mundo y el papel de las potencias. Como es Obvio, hablábamos del papel de Estados Unidos, la Unión Europea y la nuevas: Rusia y China. Ese debate que se daba en el momento en que nuestro ex presidente festejaba vender 10 pallets de dulce de leche a Japón y viajaba a EEUU prácticamente de rodillas a pedir que nos compren limones.

En ese contexto, corría el año 2017 o principios de 2018, recuerdo que le decía a mi viejo -que de política sabe bastante-:

– Si me das a elegir con que potencia negociarR646" crossorigin="anonymous">67172262249646" crossorigin="anonymous">30; yo no se si te elijo Estados Unidos. No porque sea antiyanke ni nada de esa cultura de cancha. Sino porque te endeudan, te hacen sumiso y ni siquiera invierten en tu país. Es decir, su dominio es casi igual al de los monarcas y los señores feudales. Nuestra historia recién nos lo demuestra. Desde el bombardeo a la Plaza de Mayo a verlo a Obama aceptando que su país financió las dictaduras de 1976 a 1983. Y también las de Latinoamérica. Yo prefiero hacer negocios con potencias que vos les das algo y te dan algo a cambio. Como lo hizo China, que a cambio de algunos de nuestros recursos naturales (cómo litio y tierras raras) nos mejoró Atucha I, construyó Atucha II y dio lugar al proyecto Atucha III que lo dejaron parado.

O el proyecto de BRICS y luego BRICSA (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y Argentina o Australia) como bloque económico mundial. Eso es verdadero capitalismo. Lo otro es esclavitud disfrazada.

Hoy, casi tres años después de ese debate. Estamos en el FMI con la deuda más grande de la historia. Con el aparato productivo desguazado. Y todavía, condicionados en nuestra soberanía.

En ese contexto, llegó una pandemia. Y se especuló mucho. Sobretodo desde ese sector que negociaba limones y dulce de leche de rodillas. Ese que quería dejar todo al azar.

Sin embargo, el Estado argentino eligió confiar en la ciencia. Y escucho a todas las partes. Pero dejo de lado el discurso bipolar de otro tiempo. Y desde un principio, creyó en esa nueva potencia. En sus investigaciones y dejo de la los prejuicios. Es más, fuimos de los primeros en firmar contratos para recibir la Sputnik V.

4 class="wp-block-heading">Y el tiempo demostró que es una vacuna sería, de un país capitalista que nos la cobra a un precio justo pero que también tiene una finalidad humana por delante.

No como otras marcas que se vendían en La Nación, Clarín e Infobae (justo tres medios que defendían el modelo de pallets de dulce de leche) como la única salvación y terminaron demostrando que en sus contratos no se hacían cargo de nada y todavía las cobraban más caras. Y agrégale: no cumplieron. Ni sabemos si van a cumplir.

Argentina en la mesa chica del mundo: ¿Qué significa?

Planeta tierra, manos, pixabay

¿A qué voy con esto? A que la Argentina por actuar responsablemente y sobretodo racionalmente, no sólo tendrá acceso a las vacunas a un precio considerables, sino que ahora las va a producir. ¿Y saben qué? También vamos a estar sentados en la mesa del mundo nuevo.

Si quieren cambiar, no hagan siempre lo mismo. No hagas negocios sólo con los mismos de siempre. No escuchar solamente a una parte del mundo. La guerra fría termino hace décadas, aún cuando pusieron a un Trump para reiniciarla. Aún cuando pusieron un Lenin Moreno, un Bolsonaro y Macri para difundirla en nuestro continente.

Se acabó. Viene un mundo nuevo y Argentina hoy tiene un gobierno racional que -con virtudes y defectos- no habla de cambios sino que los práctica.

El vínculo con Rusia será fundamental en el mundo que viene. Al punto tal, que ya nos estamos empezando a parar de manos con el Fondo. Ojala nos sirva.

Foto: Activedia

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