Si uno busca un parecido histórico, la Argentina de Macri es como la de Rivadavia. Endeudamiento, perdida y entrega de recursos bajo un discurso protegido por los sectores más ricos y poderosos del país.
Observar nuestro país en la actualidad es como observar la Argentina de Bernardino Rivadavia. En aquellos tiempos donde se le dio a la espalda a San Martín, a la patria y a las provincias para transferir la renta hacia unos pocos. Los intereses mezquinos de la oligarquía nacional tomando el poder y dándole rienda suelta al librecambismo, una versión inicial del neoliberalismo que hoy intenta volver por tercera vez a nuestro país.
Un día de agosto pero de 1850, murió José de San Martín. Un libertario idealista al que Rivadavia le dio la espalda para beneficiar a unos pocos. Los de siempre. Un Rivadavia que trajo el liberalismo a la Argentina, lo sentó en el sillón presidencial y con su propio nombre. El que hoy ocupan los rivadavianos, nuevamente.
Nuestro país hoy en día es una gran paradoja. Algo inexplicable. Podemos comprar 5 millones de dolares, pero solo 2 botellas de aceite. Podemos importar lo que gustemos pero no se protege al comercio interno. Se esperan inversiones salvadoras pero se ha destruido el salario nominal. Se habla de la pesada herencia, pero no se habla de ningún proyecto económico-político. Fiel al estilo del capitalismo financiero que se intenta inculcar, se crea una fé en algo que no está.
No hace falta ser experto para comprender que yo no comparto nada con Mauricio Macri. No me representa en nada. Es más, representa todos los valores que -según mi entendimiento de la democracia y la historia- son nefastos para nuestro país. Macri transita el sendero de los Rivadavia, los Martínez de Hoz, los Cavallo, los Macri. Nombres que están y estuvieron en el poder para beneficiarse a si mismo.
Y la política es nosotros, sino no es política. El presidente «Apolítico de los argentino» es congruente en eso. Quizás eso explica lo que está sucediendo. Ahora bien, una cosa es la ideología. Y otra es gobernar sin ideas, sin proyectos. La critica no es ideológica ,sino estructural. Ya han pasado más de ocho meses de gobierno en esta «Revolución de la Alegría» y no hay un solo punto a favor del país. No hay gente capacitada para gobernar.
Hay entre 4 y 5 millones de pobres nuevos. Casi un 50% de pobreza más, en menos de un año.
La inflación se disparó con la emisión de dinero desmedido, la quita de retenciones a la mega minería y la apertura indiscriminada de la importanciones.
El salario real, el poder adquisitivo, cayó en un 50% con el «sinceramiento de la economía». Pasamos de un «podemos vivir mejor» a un «vivíamos demasiado bien».
Porque el kirchnerismo…
El ciudadano común -entre los cuales me incluyo- ya no puede pensar más que en acceder a los servicios básicos. Cambiar el auto es una utopia. ¿Abrir un negocio nuevo? una locura. Y la única respuesta del gobierno es «Porque el kirchnerismo».
Se ha utilizado la corrupción del anterior gobierno para tapar la corrupción del nuevo gobierno. Escándalos a nivel internacional. Y la única respuesta del gobierno es «Porque el kirchnerismo».
La gente tiene hambre, Sr. Presidente. La incapacidad de su gabinete para gobernar no tiene que ver con la herencia, sino con la congruencia de quienes conformar un gobierno. Y este gobierno tiene tanta congruencia histórica como las bases militares norteamericanas que se van a instalar en el sur argentino.
La Argentina de Macri es como la de Rivadavia, pero tranquilamente se lo puede comparar con Cisneros.
Tanta congruencia histórica como invitar al Rey de España al bicentenario. Tanta congruencia histórica como invitar a Obama un 24 de marzo.
Ocho meses han bastado para devastar el país. Los actos de corrupción kirchnerista deben ser juzgados, la democracia lo demanda; pero eso no puede ser la excusa para que este gobierno haga lo que guste y lo haga por decreto. Que transfieran las riquezas del pueblo a los mas ricos. Que cada vez haya más hambre. Y que la única respuesta del gobierno sea «Porque el kirchnerismo».
Se le está dando la espalda al pueblo y de forma nefasta. Esa Argentina de Rivadavia no es la que hubiese querido San Martín. Y le soy sincero: yo tampoco.
La Argentina de Macri es como la de Rivadavia, pero tranquilamente se lo puede comparar con Cisneros.
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