REFLEXIONES. Volver al FMI no fue una casualidad, fue parte de un acto político de disciplinamiento social. Tristemente pertenecemos a una generación de esperanza diezmada por volver al Fondo.
Pertenezco a una de las primeras generaciones de la historia Argentina que vivió al menos una década sin los condicionamientos del FMI.
En ese contexto, la esperanza de construir un país mejor, un progreso real, estaba vigente. No sólo era un ideal, una utopía. Éramos una generación que tenía esperanzas. Digo éramos porque eso se termino el 20 de junio de 2018 (si, el día de la bandera) cuando Argentina tomó la deuda más grande de la historia con el FMI.
Si, ese día Mauricio Macri nos llevó de estar en las puertas del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y Argentina como bloque económico) a ser literalmente una colonia. Pasamos de poner satélites en el espacio a poner marines en Misiones, Tierra del Fuego y la Antártida.
Y lo más fuerte es la construcción discursiva frente a la situación. Porque la construcción de la grieta que se ha hecho en la Argentina trasciende a Cristina como gobernante y está más bien relacionada a que Argentina se sacó al FMI de encima por primera vez desde 1958.
Si uno analiza la historia, nuestro país fue el único que no firmo la carta fundacional del Fondo, el pacto de Bretton Woods en 1948. Y -oh casualidad- tras el bombardeo a la plaza de mayo en 1955, no solo se firmo dicho pacto sino que ingresamos al Fondo… y la deuda tomada en 1958 recién la termino de pagar Néstor Kirchner.
Detrás de la grieta que nos plantean hay geoestratégica política a nivel internacional. Cristina y Macri son solo dos nombres que le sirven al Poder central para mantenernos alejados de la discusión central. ¿Cuál? Que nuestro país posee todos los recursos que el mundo del futuro necesita.
Desde agua hasta litio y tierras raras. Por eso, Mauricio Macri es el Rivadavia del siglo XXI. Pero no porque el sillón presidencial lleve su nombre, sino porque después de pedirle perdón al rey por independizarnos, refundido ese neocolonialismo basado en la deuda que inauguró Bernardino en el siglo XIX.
El nuevo Cisnero, pidió disculpas al rey por independizarnos y deja una una generación de esperanza diezmada por volver al Fondo.
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