REFLEXIONES. El odio nos aleja de ser argentinos. Odio al vecino, al familiar, al que piensa distinto a mi. El odio como una verdadera epidemia nacional.
¡Que país el que hemos construido!. Todo es en dólares cuando nuestra moneda es el peso. Todo debate debe terminar en una discusión profundamente sin sentido donde el homoneatherltal incipiente basa la razón en tener simplemente eso: la razón. Sin escuchar. Ni pensar. Sin ver. Sólo ser yo. Yo el que tiene la razón. El que ve la realidad. Yo el que tiene eso: la razón.
Eso nos hace parte de este país que ha resistido las invasiones de españoles, ingleses, yankes y -quizás- lo intenten rusos y chinos. Pero no lo lograrán. Porque nuestra necedad es nuestro mayor defecto pero también nuestra mayor virtud.
Cuan lejos llegaríamos si ese patriotismo sin contenido pudiese transformarse en amor real a este país. Dejar de lado un ensueño europeísta al que no pertenecemos o querer ser un Miami al que no pertenecemos.
Simplemente aceptar que somos de Argentina. El mejor país del mundo. Donde el Estado te paga por estudiar y la Justicia -aún cuando está ciega de subjetividad- es parte en alguna manera de la sociedad. Las ciudadanía es justo en base a sus propias reglas.
Tenemos mucho por mejorar pero lo primero es el odio. Entre nosotros mismos. Ese odio que le hicieron tener a los españoles entre si en el apogeo de su plenitud imperial. A los alemanes en la postguerra. El mismo que le indujeron a los rusos durante la guerra fría. Al que sometieron a los chinos durante siglos… del que no estamos exentos.
El odio nos aleja de ser argentinos. El odio entre nos. Ese que divide de maneras que nadie explica y la sin razón lleva a que estemos donde estamos. Con la deuda más grande la historia con el FMI, en medio de una pandemia que parece no terminar, con carteles en las calles que dicen «la vacuna mata» mientras los medios hacen lobby para sacar beneficios de ello. Con discusiones que no llevan a ningún lado. Mientras los promotores del odio se enriquecen como nunca antes.
No es algo que pasa exclusivamente en este país. Eso es cierto. También es cierto que hubo 17 golpes de Estado durante la pandemia y -aunque lo intentaron durante 5 veces- en este país no sucedió. Esa es nuestra virtud. Nuestra necedad con lo que elegimos. En este caso la democracia. Que quizás no sea el mejor sistema… pero es el menos peor de todos. Y lo elegimos en las puertas de una nueva guerra mundial.
Y es nuestro castigo… porque somos democráticos para afuera pero adentro nos castigamos de maneras inexplicables.
Le invito a que transformemos esa realidad. Demos lugar a una Argentina donde el blanco y el celeste se animen a convivir para que salga el sol… y le aseguro que no habrá FMI, Estados Unidos ni Rusia ni China que nos detenga.
El verdadero límite está en el odio que nosotros hacen tener entre nosotros.
Como en la cancha… como en el mundial… cantemos tod@s juntos y vera que la cosa será distinta.
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