REFLEXIONES. Vivimos un tiempo donde la verdad ha dejado de ser la realidad para transformarse en una simple perspectiva. Una visión de lo que sucede. No lo que vemos, sino lo que podemos ver. Uno donde el odio se vuelve una verdad muy rentable.
La verdad como tal, como la definíamos de manera estrictamente racional, ha muerto. Es que el mundo racional, ya no forma parte fundamental de nuestro día a día. En su lugar, pasamos de casi 70 años de «guerra fría» con pensamientos fríos y calculadores a una época de emociones desbordadas.
El rol smartphone en la construcción de las nuevas verdades
Hablo de nuevas verdades y no como una individual, debido a que -si la verdad se transforma en una perspectiva- no existe una sola. Existen múltiples. La verdad se convierte en algo polisémico. Cada uno tiene su propia verdad, su propia manera de percibirla.
Y he ahí, donde el smartphone cobra un rol importante en la construcción de esas nuevas verdades. Cada uno tiene en sus manos el poder de acceder a toda la información del mundo. Al menos, esa es la impresión que nos da, esa sensación de poder. En un mundo con casi 8.000 millones de habitantes se empiezan a construir casi 8.000 millones de verdades.
Cada cual, desde su propia pantalla, se asoma a un mundo cada vez más digital y cada vez más condicionado por los intereses. El sujeto, inocentemente cruel y cruelmente inocente, sigue creyendo en la objetividad de la información. Sigue percibiéndose como un «objeto» sin darse cuenta que cada paso que da, lo va marcando con su impronta, con su propia visión, su propia perspectiva.
Este, teniendo la capacidad de dialogar con el poder, con la verdad hegemónica, la verdad establecida. A su vez, sufre la contradicción de creerse dueño de esa verdad. Un mundo paradójico como la propia humanidad.
El periodismo objetivo ha muerto… ¿O nunca existió como tal?
«Siempre en la mano,
Byung-Chul Han
el smartphone es un rosario digital,
objeto de culto y dominación»
Siempre se pensó que el periodismo o la tarea de informar era una profesión u oficio neutro, objetivo. Es decir, que no tomaba posición sobre la realidad. Una de las mayores falacias de la historia humana. Resulta imposible como sujetos que somos, no tomar posición sobre la realidad. Ya sea a nivel cultural, social, político o económico. Siempre tomamos posición.
El siglo XXI, con la sobre exposición de la información y la vigilancia continua de la ciudadanía sobre los autodenominados «dueños de la moral«, queda en evidencia que el periodismo nunca fue objetivo. Jamás. Reitero: nunca. Siempre tomó posición. Tuvo intereses. Siempre se basó en el sustento de alguna ideología. El periodismo de por sí es subjetivo, ya que es el arte de narrar desde la perspectiva de sujetos que analizan, observan la realidad. Construyen «verdades» desde sus perspectivas.
Por el contrario, resultaría sano que desenmascarlo de una buena vez. Resultaría sano para la sociedad conocer los intereses de cada uno y que los mismos sean expuestos como tal. De esa manera, la verdad o -más bien- la perspectiva de verdad que revelan desde la comunicación y el periodismo será más sincera y -por ende- recuperará su credibilidad.
La «verdad», entonces, se formaliza como una totalidad creada por la integración de diferentes puntos de vista. Siempre adoptamos perspectivas por defecto, aunque no nos demos cuenta de ello y los conceptos individuales de existencia están definidos por las circunstancias que rodean al individuo.
Perspectivismo
Cabe aclarar, que ello no implica mentir. No implica distorsionar. Más bien, se trata de aceptar que hay una perspectiva. Que no hay una sola realidad. Que hay intereses -ya sean propios, grupales, colectivos- y que se actúa en consecuencia.
La verdad como una perspectiva: un producto creado, envasado y vendido
La mayor consecuencia de esa verdad creada como una perspectiva que finge una supuesta objetividad, es su lucro con la peor de las emociones humanas. Me refiero al odio. Esa emoción destructiva que no razona, no analiza, no concluye. Solo acciona en un océano de emociones desmedidas.
La venta de la verdad como un producto que se crea, envasa y se vende a medida trae como consecuencia el resurgimiento del odio. Se pierde la esperanza. Reina el escepticismo. La historia pierde sentido, el presente también. No porque la perspectiva individual lo crea así, sino porque se vuelve víctima de su propia verdad. Una cerrada. Una verdad alejada de toda perspectiva que no sea la propia. Y esa verdad, no razona, no analiza, no concluye, solo siente, se emociona y actúa en consecuencia.
«El cauce narrativo es estrecho, por esa razón es muy selectivo y no produce ninguna masa de información. La información es una categoría post-narrativa. La negatividad de la narración impide la proliferación y masificación de lo positivo. En contraposición a la memoria, que muestra una estructura narrativa, la información carece de historia. Es decir, de conclusión. Es meramente aditiva. La memoria se convierte hoy en un montón de basura y de datos y pierde su condición narrativa y pasa a ser un trastero»que está lleno hasta el tope de masas de todas las posibles imágenes mal conservadas y desordenadas por completo y los símbolos gastados en el trastero, las cosas se limitan a estar las unas junto a las otras, no están estratificadas, por eso les falta la historia, es decir el sentido. El trastero no puede ni recordar ni olvidar toda la historia del pasado como la utopía, la revolución y el mito, fluye hoy hacia la máquina de la información, cómo hacía un estanque con un muro de contención que luego arroja fuera poshistorias, datos sin conclusión consumibles cada vez con mayor rapidez»
Byung-Chul Han
(..) La información no es ninguna conclusión, por eso tiende a proliferar y masificarse. En eso se distingue tanto del saber como del conocimiento y de la verdad: esta lleva inherente la negatividad de lo exclusivo que se convierte en la figura contraria a la información. La aceleración tiene su causa en la incapacidad general de concluir y terminar el tiempo, se lo lleva todo consigo porque en ningún lugar llega a la conclusión y a la terminación».
El odio como una verdad rentable
El mayor problema frente a este mundo de verdades múltiples, no es la capacidad de crear perspectivas (algo utópicamente maravilloso) sino que los medios más tradicionales se apela a la emocionalidad para captar la atención de las mismas. Y en el medio, el odio se vuelve sumamente rentable. Si no lo cree, busque que es lo que más consume la gente y descubrirá que se asocia a acciones relacionadas con el desprecio hacia alguien, la persecución, los comentarios negativos sobre algún tema o una problemática en la que quiere opinar.
No es una mera casualidad. Somos la sociedad del cansancio por «exceso de positividad», una donde lo negativo no se percibe como merece. Una sociedad donde el odio se vende en la TV, la Radio, las redes sociales e Internet como un caramelo en un kiosco. Y ya no hay edad límite de acceso. Y el odio, es un negocio sumamente rentable. Tanto para vender productos como para generar o conservar el poder.
Bibliografía:
- HAN, Byung, «Por favor, cierra los ojos». A la búsqueda de otro tiempo, Barcelona, Herder, 2016a, p. 10 (El audiolibro se encuentra en spotify si le interesa).
- Perspectivismo. Definición.
Foto: geralt
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